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Cómo evitar las rojeces en la cara
Probablemente en los meses de invierno hayas notado que tu piel está menos hidratada, más tirante y menos confortable. Las condiciones climatológicas del invierno y los cambios bruscos de temperatura afectan a nuestra piel, especialmente a la de las zonas menos protegidas como las manos y la cara y hacen que se creen rojeces en la cara.
Estos factores climatológicos provocan sequedad y aumento de la sensibilidad en pieles predispuestas, que reaccionan con irritación, enrojecimiento facial, sensación de calor e incluso picor o escozor.
El frío provoca que el ciclo de renovación de las células muertas de nuestra piel vaya mucho más lento, haciendo que éstas se acumulen. La baja temperatura reduce la producción de grasa en las glándulas sebáceas y su propagación por la superficie de la piel, pudiendo alterar la función barrera y aumentando la pérdida de agua. Este hecho da lugar a la sequedad en la piel, la descamación y la tirantez. Además, el viento y la calefacción tampoco ayudan.
“El frío provoca que el ciclo de renovación de las células muertas de nuestra piel vaya mucho más lento, haciendo que éstas se acumulen.”
El frío también provoca la vasoconstricción de los pequeños vasos sanguíneos de la piel, los capilares, que al contraerse disminuyen el paso de sangre evitando la pérdida de calor corporal. Al reducirse el riego sanguíneo, las células reciben menos oxígeno y nutrientes y la piel palidece, volviéndose más frágil e incluso llegando a agrietarse.
Cuando pasamos del frío de la calle al calor de casa, la oficina o de cualquier otro lugar con calefacción, los capilares vuelven a dilatarse, aumentando de nuevo el flujo sanguíneo. Al volver a salir a la calle, nuevamente se produce vasoconstricción, de manera que los capilares de las zonas más expuestas, como es el caso de la cara, van sufriendo de manera repetida un proceso de contracción – dilatación (vasorreactividad) que puede llegar a lesionarlos, volviéndolos frágiles y permeables.
“Las rojeces aparecen con más frecuencia en personas que tienen un cutis sensible, piel clara y fina.”
La consecuencia de esa permeabilidad capilar es la aparición de un enrojecimiento, más visible cuanto más fina y frágil este la piel, y que puede estar acompañado de calor y sensación de tirantez. El enrojecimiento inicialmente es pasajero, pero a largo plazo si no cuidas y proteges la piel adecuadamente, será cada vez más frecuente y puede pasar a ser permanente o desembocar en una patología (eritrosis, cuperosis o rosácea).
Las rojeces aparecen con más frecuencia en personas que tienen un cutis sensible, piel clara y fina. Puede afectar a los niños pequeños porque su piel es más fina, aunque lo más habitual es que afecte a mujeres a partir de los 25 años, generalmente con pieles sensibles, tez clara y predisposición a la vasorreactividad. En los hombres es mucho menos frecuente pero cuando se da suele ser más grave.
Cuida de tu piel sensible
Si tienes la piel fina y sensible y quieres prevenir la aparición de rojeces o impedir que se agraven si ya las has tenido alguna vez, es importante que cuides tu piel de manera adecuada:
- Limpiándola con leches o aguas micelares suaves, que hidraten y calmen.
- Tonificándola con productos sin alcohol ni irritantes.
- Hidratándola y nutriéndola con activos que fortalezcan los capilares, restauren la barrera protectora de la piel, la calmen, la refresquen y le aporten el agua y los lípidos que necesita.
- Protegiéndola del sol a diario, también en invierno y si está nublado.
Además, es recomendable tener precaución con los factores que pueden desencadenar o empeorar el enrojecimiento como son: el tabaco y el alcohol, los cambios bruscos de temperatura, las comidas picantes o muy especiadas, las comidas o bebidas muy calientes, el estrés, el café, etc.
Seguro que más de una vez te han dicho aquello de “más vale prevenir que curar”, ¡es hora de que lo apliques!